UPyD es un partido laico. Eso significa que respeta todas las religiones que acepten el marco legal democrático. También implica que se considera perteneciente al ámbito privado cualquier creencia o experiencia que tenga que ver con la trascendencia o la fe, y en consecuencia, los credos, incluso de los militantes, pueden ser de todo tipo y condición, sin que eso provoque problema ni interés alguno. Defendemos la separación del Estado e Iglesia. Por ello, cuando las autoridades religiosas pretenden erigirse en autoridades morales sobre temas que afectan a los derechos y libertades públicas, y dan su particular lectura de fenómenos como el terrorismo, irrumpiendo en esferas que no les competen, no hay más remedio que poner a cada cual en su sitio. Máxime en este caso, cuando la crueldad en forma de dos muertos y 50 heridos es tan reciente, que volver a oír letanías sobre el diálogo, suena a aquelarre para hacer el amor con el diablo, aunque provengan de un obispo.
Me pregunto si Monseñor Uriarte ha cambiado el cristianismo por el cinismo. Su reciente homilía en Azpeitia, en presencia de la lehendakari en funciones (Patxi López estaba en Mallorca y no precisamente para tomar el sol) fue propia de quien se asoma peligrosamente a la pendiente por la que se deslizan quienes asimilan las tesis del nacionalismo. Por poco que se despisten, el buenismo ingenuo que profesan les conduce a una espiral de propuestas que premian al totalitarismo: el terrorismo debe ser erradicado afirma Uriarte, cómo no, pero la consecución de la paz reclama un "diálogo social y político entre todas las sensibilidades que quieran construirla por vías no violentas”.
A estas alturas del cuento, es inaudito que haya quien siga manteniendo que el diálogo entre personas no violentas, pueda satisfacer a los que sí lo son por vocación y convicción, después de haber demostrado una y mil veces que todo consenso les es indiferente. También es curiosa la supuesta supremacía moral de quien se ubica en la imparcialidad, para afirmar que es "preciso moderar aspiraciones incluso legítimas", de manera que se pueda "converger en una fórmula de convivencia tejida entre todos y aceptable para todos". Este buen señor es libre de pensar libremente qué aspiraciones le “parecen incluso legítimas”, pero algo huele a podrido si se refiere a que hay dos posiciones que deben limar por igual las diferencias entre sí. El hedor empeora si sugiere que los demócratas tengan que hacer concesiones para moderar a quien se pasa por el arco del triunfo la democracia y todo derecho humano a base de explosivos. Y ya llega a la asfixia, si se afirma que mientras no haya diálogo, ETA seguirá siendo una realidad: “el diálogo está varado por desconfianzas recíprocas e intereses encontrados". Qué quieren que les diga: la invitación a ceder a las coartadas ideológicas de sectas de asesinos, me parece una actitud muy poco cristiana. Y si lo que ocurre es que Monseñor Uriarte se quiere congraciar desde el púlpito con una parte de la feligresía de inclinación nacionalista, entonces lo más adecuado es cambiar la religión por la política. Cuando, incluso el agudo Rodríguez Zapatero, parece dar señales de haber aprendido -si bien no se sabe por cuánto tiempo- que negocia con las libertades básicas merece perderlas, la tozudez de Uriarte confirma la tesis que lúcidamente explicara Iñaki Ezquerra en su libro “Eta pro nobis” sobre el estrecho vínculo existente entre la iglesia vasca y el terror: “lo extraordinario no es que ETA naciera en un seminario, sino que el paso por el seminario ha inmunizado a ETA y al nacionalismo del virus de Dios”.
Aun así, hay que reconocer a Uriarte que sus palabras no rezuman la fría equidistancia de su predecesor José María Setién. Recuerdo las afirmaciones de éste en el foro de Diario de Mallorca, hace poco más de año y medio, al referirse a las víctimas y sus verdugos: “amo a todos por igual”. O también su incomprensión de la función que tiene la justicia como único mecanismo para evitar que las víctimas recurran a la venganza: se consideraba escéptico en relación al cumplimiento de las penas, pues no reparan el daño hecho a los muertos, sólo añaden sufrimiento innecesario… Un verdadero experto en historia sagrada, hasta el punto de convertirse en un firme seguidor de las enseñanzas de Poncio Pilatos. He ahí la razón por la cual en una sociedad en la que muchos colectivos están amenazados, los curas vascos no lo están y no necesitan escolta. ¿Hay algo que no hayan hecho y deberían hacer?